viernes, 1 de enero de 2021

Nuevo Trabajo

 

Mi nombre es Roberto. Llevo tres años en Los Angeles. Emigré huyendo de la pobreza pero trabajo repartiendo pizzas por un sueldo irrisorio. No tengo contrato ni seguro médico, ya que no tengo permiso de residencia. Conocí a Pamela porque trabajaba en la cocina poniendo el queso a las pizzas. Ella también era inmigrante ilegal y ganaba una miseria, así que acordamos compartir el apartamento que ella tenía problemas para poder pagar y yo deje de dormir en aquel pabellón abandonado.

Poco después ella encontró trabajo en un concesionario de coches. Su jefe era un cerdo pero Pamela necesitaba ese trabajo y estaba dispuesta a aguantar sus comentarios machistas, manoseos y abusos. Gracias a ese trabajo Pamela podía permanecer legalmente en el país, así que cuando los manoseos y abusos fueron a más ella no dudo en complacer sexualmente al jefe. Ella necesitaba ese trabajo pero también sentía el poder de convertirse en necesaria para su jefe. Ella era una mujer joven y guapa y sabía el efecto que tenía sobre aquel viejo verde divorciado.

 A mí no me gustaba nada esa situación. Pamela y yo compartíamos piso por interés económico nada más, aunque tengo que reconocer que la chica me gustaba cada vez más. Un día que nos emborrachamos nos enrollamos pero luego ella dijo que fue un error, que no debía repetirse, que podría enturbiar nuestra relación. Yo estaba de acuerdo con ella… hasta cierto punto. Creo que me estaba enamorando de ella, aunque reconozco que no me convenía enredar la situación. Mi situación económica era delicada y gracias a Pamela tenía un techo. El hecho de imaginarme a Pamela con ese viejo me ponía enfermo  y parecía que a mí me costaba más que a ella. De hecho, ella pasaba cada vez más tiempo con él. Cada vez se quedaba más a dormir en su casa. Ella le había dicho que vivía con una amiga, ya que él era muy celoso y posesivo, pero un día le dijo que quería conocerme. Iba a venir a casa a ver donde vivíamos y a conocer a la “amiga” de Pamela. Yo no quería conocer a aquel cerdo pero Pamela insistió y me suplicó. Bajo ningún concepto quería perder aquel trabajo, y yo tampoco lo quería. Así que Pamela se ocupó de depilarme, hacerme las cejas, teñirme el pelo y ponerme extensiones (yo ya tenía el pelo bastante largo para ser chico). Me compró ropa y el resultado fue bastante creíble una vez bien maquillado. Intenté estar el mínimo tiempo posible con aquel hombre y hablar lo menos posible. Pero después de aquella primera vez él vino más veces. A veces aparecía por sorpresa y yo debía estar preparado para la ocasión. Me fui dejando crecer el pelo, siempre estaba depilado y Pamela me enseñó a maquillarme. En el trabajo se extrañaban de mi pelo largo caoba y de mis cejas perfiladas.

Un día Pamela me dijo que se iba a vivir con su jefe. Al principio pensé que me iba a quedar en la calle pero luego Pamela me dijo que le había pedido a su jefe que no quería dejar colgada a su “compañera de piso” y él le dijo que se ocuparía del alquiler. Estaba claro que Pamela lo tenía “en el bote”. “Si consiguiese casarme con él me darían la nacionalidad”. “¿Serias capaz de hacerlo?”. “No quiero volver a trabajar poniendo queso a las pizzas, o aun peor, que me echen del país. Además ya vivo con él y comparto cama con él todos los días. El hacerlo oficial sólo supondrían beneficios para mí”. Ella era inteligente, fría y calculadora. Yo no tenía ni la mitad de su inteligencia, y así estaba todavía repartiendo pizzas y muchos meses no llegaba a poder pagar mi parte del apartamento.

“Este hombre no tiene familia, y si me caso con él yo seré su única heredera”. Claro que el hombre apenas había cumplido 50 y tenía cuerda para rato.



No hay comentarios:

Publicar un comentario